Los beneficios que reportaban para las empresas eran incuestionables, pero los consumidores no acabaron aceptándolos. Fue una mezcla entre fallo de tecnología (tenías que descargarte una app para acceder a ellos y era un paso extra por el que no todo el mundo estaba dispuesto a pasar) y apatía (no aportaba un beneficio claro a los consumidores, que pasaron de acostumbrarse a ellos).
En 2013, un estudio apuntaba que quienes usaban los códigos QR eran una minoría. Podrían haber aportado mucho, pero se quedaron en un ligero fiasco.
Si esto se estuviese escribiendo en enero de 2020, hasta incluso en marzo, ahí se hubiese quedado la historia de los códigos QR. Sin embargo, dado que esto se está escribiendo en el verano de 2021, el final es muy diferente. La pandemia ha hecho que los códigos QR hayan tenido un revival abrumador, uno en el que todo el mundo se acabó acostumbrando a ellos.